miércoles, 24 de octubre de 2007

Nos Debemos


Al mar le debo mis olvidos:

El peco en mi locura y embraveciendo su oleaje desnudo
capturo mi ternura de enamorada,
allí, cuando nadie daba nada por mi sombra.

Me enseño a perderme en la blancura de su espuma mortal,
como el veneno más puro que mis carnes pudieron beber.

Amable fue su caricia y me deje llevar, casi perfecta,
como la lluvia que nos acompañaba.

Nade, urdí sus heridas de cañón y permanecí en el,
tanto como su abrazo me ataba a sus olas de inmortalidad.

Celosa, entonces, fueron las gaviotas en el cielo,
Y la arena enrojeciendo su cara me miro los ojos y le tuve miedo.

Confesé, entonces:

Como no haber besado sus labios de sal,
si su roce, de delicado nombre,
fue el manantial de mis sueños amorosos,
desnudando suciedad, tristezas y agonías.

Como no haberle amado,
si la cena tuvo un crepúsculo de soles,
una caminata de años y luces vivas.

El todo me lo dio y todo me lo quito.
Me regalo su noche de luna,
me regalo su tarde y escribió mi nombre
en una estrella fugaz para que no me perdiera.

Todo me lo quito;

Porque mi amor nuca fue de el,
porque ni la ola, ni la lluvia,
ni la braza de volcán ardiendo,
nada pudo borrar al que amaba.

Es cierto,
A el le quise, a otro es al que amo.

Las luces de la tierra reclaman mi retirada.
Ya vendra el proximo Septiembre,

para soñar con encontranos y

jugar que nos amamos...

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