jueves, 25 de octubre de 2007

Abandonados




Dejaste en pantano mis carnes afiebradas,
Alejándote de pronto, guardando tu mirada.

No te detuvieron mis lazos, ni mis manos,
Ni mi boca de miel humedecida.

Oscureciste todo tu veneno y
Lo dejaste en copa de vidrio agigantada.

Fue el pecado de la luna que me condeno,
Sentenciándome a beber sin compasión.

Morí, entonces,
Aquella noche me mato.

Nos despedimos y nos encontramos,
Yo tan dormida y tu tan fugaz como la liebre.

Fue el amor que nos pinto la cara,
Toco la puerta y anuncio su retirada.

No dijimos nada, ocultamos todo,
Nos abandonamos y nos morimos.

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