Suena el reloj y las paredes del tiempo son como un cristal a punto de explotar, allí el mejor momento es el recuerdo:
Esas paredes blancas, el silencio de una habitación mojándolo todo, esas ganas de llorar porque no estas, porque no vienes, porque hay una soledad vestida de blanco y es triste.
¡Qué necedad!
Como no vestirme de ella cuando el sol no quema y el papel se convierte en una filosa daga que no me deja escribirte, que no me deja llamarte.
¡Y te necesito!
Te llamo y mi voz no te alcanza, entonces huyo como una cobarde...