lunes, 15 de diciembre de 2008

Auto retratación


Cuando abre los ojos al amanecer, allí aparece ella, una mujer, una niña a la vez.
Y mira a su alrededor la simpleza, la tierna ternura de una ropa que la espera, una caricatura que se ríe en un espejo, a veces con un traje de etiqueta y otras con un traje de pobreza.
Camina, a ella le gusta caminar por la playa, le gusta mirar el sol escondiéndose o riéndose con ella, porque sus ojos se vuelven de colores y el tiempo sin que ella lo sepa se detiene.
Ama el Mar, como un amante silencioso.
Ella dice que él lo escucha, que a veces le platica de sus sueños y que a veces se ponen a contar las estrellas como si fueran historietas de esos niños que se duermen.
Le gusta andar por la calle, le gusta dibujar con su mano un mensaje de amor para las cosas, quedarse por horas vagando por aceras desconocidas. Dice que siempre encuentra a un gato rasguñando una puerta o un pájaro que no puede volar y es así que el regreso no puede ser sin una lágrima, sin un pensamiento de amor.
A veces se ve tan fuerte, a veces se ve tan perdida, pero ella solo quiere vivir y ella solo quiere soñar.
Hay que observarla de nuevo, hay que sentirla otra vez, hay que vivirla con tiempo. No todo es lo que parece, la tristeza se lleva adentro, la belleza, la ternura, los defectos, la ironía, la simpleza, el amor y hasta el perdón.
Hay que mirarnos de nuevo, hay que llorarnos, hay que reír, hay que morirnos de nuevo.
Por eso que la observo y ella ríe, como si la risa fuera un mensaje para buscarle el sentido a la vejez, para que nadie olvide que la vida es un sueño, para que nadie olvide ese pedazo de niñez que se pierde en un espejo.
Ama el cielo estrellado más que a la Luna.
Y vaya la risa que me da cuando dice que luna tiene una cara de señor y que si cierra los ojos en su luz, la quietud es como tenerla entre sus manos acercándola a un beso confuso de amor.
Cuando ella despierta escribe, cuando piensa en los sueños ella es una bailarina con su danza de niña frágil arriba de un piano.
Ama las rosas blancas por su pureza.
A veces me parece tan ingenua y yo quiero que viva así, sin perder su lado de niñez, sin que pierda el derecho de soñar otra vez.
Ella también imagina a ese hombre que la acompañe en sus paseos por la playa, que se ria con las historietas de los niños, que invente un paseo imaginario por las nubes, que tenga un gato rasguñando puertas y un pájaro para salir a volar, que tenga tiempo para observar las estrellas que esperan a la Luna con un beso claro de amor.
Cuando abre los ojos al amanecer, allí aparece ella, una mujer, una niña a la vez.